Por Alejandro Olvera

En tan sólo tres campañas con los Knicks, Allan Houston se ha convertido en un jugador indispensable para el equipo, incluso por encima de gente como Patrick Ewing y Larry Johnson. La fama y la popularidad no es algo que le quite el sueño, él simplemente se dedica a trabajar. De seguir en el nivel que ha mostrado, seguramente lo veremos consolidándose como una de las grandes estrellas de la liga y como uno de los jugadores que seguramente dejarán huella en los Knicks.

Bienvenido a NY

El futuro de Houston en los Pistones se veía promisorio, pero él no estaba muy seguro de eso, así que debido a que su contrato de tres años había terminado, decidió buscar opciones en la agencia libre. El 14 de julio de 1996, los Knicks de Nueva York firmaron al joven guardia extendiéndole un contrato por 7 años y $56 millones de dólares. Los Pistones reaccionaron de inmediato y lanzaron críticas a Houston argumentando que nunca había escuchado su oferta; eso no le importaba a Allan, pues lo único que sabía es que llegaba a un equipo importante con aspiraciones de llegar al título. Las cosas entre los Pistones y Houston no quedaron muy bien, la gente de Detroit se sentía triste pues según ellos, Allan los había abandonado.

 

La humillación

Allan estaba feliz de llegar a un equipo como los Knicks, pero había algo de incertidumbre sobre cómo sería recibida por John Starks esta contratación, pues prácticamente Houston venía de ocupar un lugar. Todos esperaban una actitud de rebeldía por parte de Starks, pero afortunadamente fue todo lo contrario; John fue el encargado de darle la bienvenida a Allan y de inmediato se puso a contarle sobre el equipo y la ciudad. El inicio fue realmente promisorio; en aquel juego inaugural de la temporada 96-97, los Knicks se enfrentaron a Toronto y esa noche Houston metió 28 puntos.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, la gente de Detroit estaba muy resentida con Allan y en su primer enfrentamiento con su ex equipo se lo hicieron saber. La noche del 18 de diciembre de 1996, los Knicks enfrentaron a los Pistones en el Palacio de Auburn Hills, esa seguramente es la peor noche en la vida de Allan ya que sólo metió 2 puntos. Además, cada vez que tocaba el balón recibía el abucheo de todo el público y lo más humillante ocurrió al término del partido; todas las luces se apagaron, menos las del tablero de anotaciones que marcaban los dos puntos que había conseguido Houston. La pantalla se mantuvo por varias horas recordándole su pésima actuación.

Con el corazón por delante

Allan se sentía muy mal por lo que había pasado, pero llamó a su padre y este le aconsejó que siguiera trabajando para ser el mejor. Él lo entendió y se dedicó a demostrar que esa solo había sido una mala noche. En su primera temporada con los neoyorquinos, alcanzó promedios de 14.8 puntos y sólo faltó a un juego. Allan fue uno de los protagonistas de aquella serie frente a Miami, recordada sobre todo por el espectáculo que dieron los jugadores de ambos equipos cuando en el juego 5 se enfrascaron en una batalla campal que dejó a los Knicks con varios suspendidos.

La campaña 97-98 se puede señalar como el despegue de Houston; tras la lesión de Ewing, él tomó el mando del equipo y junto con John Starks firmó una de las parejas más explosivas de la liga. Se convirtió en la pieza clave de la ofensiva de los Knicks y los llevó a Playoffs donde se volvieron a enfrentar a Miami, sólo que esta vez no hubo mucha pelea y los Knicks eliminaron al Heat en 5 dramáticos juegos. La figura de Houston crecía, pues se empezaba a consolidar como el jugador importante en los momentos claves para Nueva York.

Fragmento del texto Allan Houston, el motor de NY publicado en el número 68 del año 10. Febrero del 2000

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