El título de los Bucks le viene bien a la NBA, porque finalmente envía un mensaje positivo y de esperanza al resto de equipos que no tienen el brillo y poderío económico de ciudades como Los Angeles, San Francisco o Nueva York.

Milwaukee no es de los grandes mercados de la NBA, pero su gerencia y dueños hicieron todo lo posible para construir un equipo de campeonato.

Del suelo al cielo

Se levantaron de una campaña mediocre en 2013-2014 cuando el equipo terminó con récord de 15 ganados y 67 perdidos. Quizá en ese momento nadie se imaginaba hasta dónde podría llegar la dupla integrada por Giannis y Khris Middleton. 


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Llegaron mejores épocas con el equipo ya peleando los playoffs, una nueva casa con una moderna arena pensada para que fuera la casa de un equipo campeón, pero el camino no fue fácil, nadie olvida esa derrota ante los Raptors luego de ir ganando la serie 2-0 en los playoffs del 2019, tampoco la forma de caer el año pasado ante Miami, cuando el Heat les mostró que con corazón se puede hacer muchas cosas.

A pesar de todo, su gran estrella no salió corriendo, Giannis firmó una extensión de contrato y se le dio la estabilidad al proyecto, atrajeron a Jrue Holiday, se unieron PJ Tucker y Bobby Portis, las piezas del rompecabezas estaban listas, pero no todo fue miel sobre hojuelas, también hubo momentos de duda sobre la continuidad del coach Mike Budenlholzer, quien no terminaba de ajustar a su equipo en los momentos importantes.

Pero los Bucks al final cumplieron, llevaron a cabo su plan y los dividendos los podemos ver con lo que sucedió la noche del martes en Milwaukee, donde la ciudad entera vivió a una fiesta que esperaban hace medio siglo.

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