Por Rosa E. Brizuela.

Parecen muchos, pero en realidad son pocos, muy pocos los privilegiados que pueden presumir el haber escrito alguna, o algunas, de las paginas en la historia de la NBA. La National Basketball Asociation atrae miradas, reflectores, envidias, miles de pesos y millones de seguidores, fanáticos, aficionados y por supuesto: también latinos. Es obvio que el talento no tiene nacionalidad y la calidad de los atletas depende de otros muchos factores, pero Estados Unidos se ha ganado a pulso el título de el lugar donde se juega el mejor basquetbol del mundo, provocando que cientos, quizás miles, de interesados hagan hasta lo imposible por conseguir un espacio y demostrar así lo que saben hacer: jugar.

Hace ya 15 años alguien lo hizo, jugó su juego, reservo su espacio y escribió su nombre en esa leyenda llamada NBA: Carl Herrera.

“Estuve 8 años en el mejor baloncesto del mundo, me enfrente a los mejores atletas, jugadores del mundo también y eso no se olvida así tan fácilmente, sobretodo después de ganar dos anillos”

Comentó Herrera. Carl Herrera nació en 1966, es venezolano, aunque nacido en las pequeñas islas caribeñas frente a las costas de Venezuela: en Trinidad y Tobago. Comenzó a los 13 años en esto de anotar canastas y no fue sino hasta 1990 cuando sea abrió una de las puertas que, hasta ese entonces, permaneció cerrada, al menos para los venezolanos.

“El baloncesto es un medio, una puerta para lograr lo que quieren, pero que también entiendan que como personas tienen que mejorar: respetar a su familia, a sus semejantes. Crecer como personas, entender lo que quieren y nunca abandonarse, nunca dejarse; ni pensar que no lo pueden hacer porque todo en la vida se puede hacer, siempre y cuando se trate”

Carl Herrera fue uno de los primeros latinos aceptados en la NBA y el primer venezolano, pero la cosa no fue fácil.

“No basta jugar bien al baloncesto porque cuando tu llegas a otro país y ves como se juega ahí… es otro baloncesto, otra cultura, en otro país y saber como se de hacer el trabajo que se te exige para poderte quedar ahí”

Y vaya sí lo hizo.

Después de adaptarse a una nueva forma de vida, alejado de su tierra natal, en su tercer año con los Rockets alcanzó buenos números: promedió 7.5 puntos y 5.6 rebotes por partido en 22.2 minutos disputados. Se convirtió en uno de los mejores defensas del equipo haciendo alianza con Hakeem Olajuwon y Otis Torpe. Logró su primer título con los de Houston, mismo que se repetiría la temporada siguiente consiguiendo así, dos anillos en su haber y dos triunfos consecutivos para los Rockets en 1994 y 1995.

A pesar de que estos campeonatos forman parte de esos recuerdos que no se olvidan, existen otros momentos que ocupan un lugar importante en su memoria, como el campeonato FIBA Americas del 92.

“Fuimos a Portland y jugamos contra el mejor equipo del mundo, el Dream Team original, cuyos jugadores marcaron una pauta en la NBA y en nuestras vidas como jugadores de baloncesto”

Fragmento del texto Carl Herrera, una historia con sabor latino publicada en el número 132 del año 14. Junio del 2005.

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