Por Mauricio Mejía V.
Eran los últimos veinte segundos de juego del primer partido NBA en nuestro país. La gente en el Palacio de los Deportes, aplaude al equipo de “casa”, los Houston Rockets, que con un enceste de su estrella Hakeem Olajuwon, se ponían dos puntos arriba en el marcador, antes el escore se había empatado a 100 por equipo, luego a 102. Solo dos segundos y la fiesta termina ¡Qué son dos segundos! Para Dallas nada, para los Rockets una eternidad. Lozzolino, la estrella de los Mavs toma el balón, en medio de la euforia de casi 19mil aficionados, tiene una posibilidad de tiro, y cambiar la historia, dispara y… el balón no cruza el aro. ¡Ganan los Rockets! No podría ser más emocionantes la final del debut de la NBA en México. Y en respuesta el público, satisfecho despide con aplausos a ambas escuadras. Día memorable.
Pasadas las 19:30 horas, saltaron a la duela los equipos. Primeramente, los Dallas Mavericks, luciendo pantalón azul y verde. Ellos, los visitantes, desde el principio sintieron que la afición estaba del otro lado, del de los Rockets. Houston, con Olajuwon al frente, saltó a la zona de juego con sus uniformes blancos con vivos rojos y amarillos. Durante la presentación de los equipos, los jugadores fueron recibidos cordialmente. El momento esperado durante varios meses estaba a punto de iniciar. Faltaba la entonación de los himnos nacional de EE. UU y por supuesto el de México. Ambos fueron escuchados con respeto. Todo estaba listo. Los diez jugadores saltaron a la cancha en medio de las “olas” de los aficionados. El ambiente era inigualable. aunque no lleno en su totalidad, el Palacio de los Deportes lucía imponente, para donde se volteará había fiesta y pasión. Y el juego comenzó.
Dallas, con sus estrellas Brian Howard, Doug Smith, Donald Hodge y Mike Luzzolino. Rockets con las suyas: Hakeem Olajuwon, Eric Floyd y Kenny Smith. México con sus aficionados. El detalle de la noche fueron los marcadores electrónicos, que lamentablemente no funcionaron en todo el partido. Cuánta falta hicieron. Pero, ese no fue pretexto para arruinar la noche. Al contrario, sirvió para darnos cuenta de que los equipos venían a jugar, y ante todo lo hicieron. Vinieron a sudar la camiseta, a dar un espectáculo, y los aficionados se fueron convencidos de ellos. Nunca en todo el encuentro hubo ventajas considerables en el marcador. Siempre se mantenían a distancia. Son dar mucha oportunidad al rival. Desde el inicio fue un partido reñido y a la gente, festejaba cada jugada.
Fragmento de la crónica El partido esperado, los Rockets 104-102 a los Mavericks en el Palacio de los Deportes, publicado originalmente en la Viva Basquet impresa número 12 del Año 2.
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